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28 agosto 2024

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Christus Vivit

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL

CHRISTUS VIVIT

DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS JÓVENES Y A TODO EL PUEBLO DE DIOS

1. Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. Entonces, las primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son: ¡Él vive y te quiere vivo!

2. Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza.

3. A todos los jóvenes cristianos les escribo con cariño esta Exhortación apostólica, es decir, una carta que recuerda algunas convicciones de nuestra fe y que al mismo tiempo alienta a crecer en la santidad y en el compromiso con la propia vocación. Pero puesto que es un hito dentro de un camino sinodal, me dirijo al mismo tiempo a todo el Pueblo de Dios, a sus pastores y a sus fieles, porque la reflexión sobre los jóvenes y para los jóvenes nos convoca y nos estimula a todos. Por consiguiente, en algunos párrafos hablaré directamente a los jóvenes y en otros ofreceré planteamientos más generales para el discernimiento eclesial.

4. Me he dejado inspirar por la riqueza de las reflexiones y diálogos del Sínodo del año pasado. No podré recoger aquí todos los aportes que ustedes podrán leer en el Documento final, pero he tratado de asumir en la redacción de esta carta las propuestas que me parecieron más significativas. De ese modo, mi palabra estará cargada de miles de voces de creyentes de todo el mundo que hicieron llegar sus opiniones al Sínodo. Aun los jóvenes no creyentes, que quisieron participar con sus reflexiones, han propuesto cuestiones que me plantearon nuevas preguntas.

Capítulo primero: ¿Qué dice la Palabra de Dios sobre los jóvenes?

5. Rescatemos algunos tesoros de las Sagradas Escrituras, donde varias veces se habla de los jóvenes y de cómo el Señor sale a su encuentro.

En el Antiguo Testamento

6. En una época en que los jóvenes contaban poco, algunos textos muestran que Dios mira con otros ojos. Por ejemplo, vemos que José era uno de los más pequeños de la familia (cf. Gn37,2-3). Sin embargo, Dios le comunicaba cosas grandes en sueños y superó a todos sus hermanos en importantes tareas cuando tenía unos veinte años (cf. Gn37-47).

7. En Gedeón, reconocemos la sinceridad de los jóvenes, que no acostumbran a edulcorar la realidad. Cuando se le dijo que el Señor estaba con él, respondió: «Si Yahvé está con nosotros, ¿por qué nos ocurre todo esto?» (Jc6,13). Pero Dios no se molestó por ese reproche y redobló la apuesta por él: «Ve con esa fuerza que tienes y salvarás a Israel» (Jc6,14).

8. Samuel era un jovencito inseguro, pero el Señor se comunicaba con él. Gracias al consejo de un adulto, abrió su corazón para escuchar el llamado de Dios: «Habla Señor, que tu siervo escucha» (1S3,9-10). Por eso fue un gran profeta que intervino en momentos importantes de su patria. El rey Saúl también era un joven cuando el Señor lo llamó a cumplir su misión (cf. 1 S 9,2).

9. El rey David fue elegido siendo un muchacho. Cuando el profeta Samuel estaba buscando al futuro rey de Israel, un hombre le presentó como candidatos a sus hijos mayores y más experimentados. Pero el profeta dijo que el elegido era el jovencito David, que cuidaba las ovejas (cf. 1 S16,6-13), porque «el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón» (v.7). La gloria de la juventud está en el corazón más que en la fuerza física o en la impresión que uno provoca en los demás.

10. Salomón, cuando tuvo que suceder a su padre, se sintió perdido y dijo a Dios: «Soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar» (1 R3,7). Sin embargo, la audacia de la juventud lo movió a pedir a Dios la sabiduría y se entregó a su misión. Algo semejante le ocurrió al profeta Jeremías, llamado a despertar a su pueblo siendo muy joven. En su temor dijo: «¡Ay Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven» (Jr1,6). Pero el Señor le pidió que no dijera eso (cf. Jr 1,7), y agregó: «No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte» (Jr 1,8). La entrega del profeta Jeremías a su misión muestra lo que es posible si se unen la frescura de la juventud y la fuerza de Dios.

11. Una muchachita judía, que estaba al servicio del militar extranjero Naamán, intervino con fe para ayudarlo a curarse de su enfermedad (cf. 2 R5,2-6). La joven Rut fue un ejemplo de generosidad al quedarse con su suegra caída en desgracia (cf. Rt 1,1-18), y también mostró su audacia para salir adelante en la vida (cf. Rt4,1-17).

En el Nuevo Testamento

12. Cuenta una parábola de Jesús (cf. Lc15,11-32) que el hijo “más joven” quiso irse de la casa paterna hacia un país lejano (cf. vv. 12-13). Pero sus sueños de autonomía se convirtieron en libertinaje y desenfreno (cf. v. 13) y probó lo duro de la soledad y de la pobreza (cf. vv. 14-16). Sin embargo, supo recapacitar para empezar de nuevo (cf. vv. 17-19) y decidió levantarse (cf. v. 20). Es propio del corazón joven disponerse al cambio, ser capaz de volver a levantarse y dejarse enseñar por la vida. ¿Cómo no acompañar al hijo en ese nuevo intento? Pero el hermano mayor ya tenía el corazón avejentado y se dejó poseer por la avidez, el egoísmo y la envidia (cf. vv. 28-30). Jesús elogia al joven pecador que retoma el buen camino más que al que se cree fiel pero no vive el espíritu del amor y de la misericordia.

13. Jesús, el eternamente joven, quiere regalarnos un corazón siempre joven. La Palabra de Dios nos pide: «Eliminen la levadura vieja para ser masa joven» (1 Co5,7). Al mismo tiempo nos invita a despojarnos del «hombre viejo» para revestirnos del hombre «joven» (cf. Col3,9.10)[1]. Y cuando explica lo que es revestirse de esa juventud «que se va renovando» (v. 10) dice que es tener «entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente si alguno tiene queja contra otro» (Col 3,12-13). Esto significa que la verdadera juventud es tener un corazón capaz de amar. En cambio, lo que avejenta el alma es todo lo que nos separa de los demás. Por eso concluye: «Por encima de todo esto, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3,14).

14. Advirtamos que a Jesús no le caía bien que las personas adultas miraran despectivamente a los más jóvenes o los tuvieran a su servicio de manera despótica. Al contrario, Él pedía: «que el mayor entre ustedes sea como el más joven» (Lc22,26). Para Él la edad no establecía privilegios, y que alguien tuviera menos años no significaba que valiera menos o que tuviera menor dignidad.

15. La Palabra de Dios dice que a los jóvenes hay que tratarlos «como a hermanos» (1 Tm5,1), y recomienda a los padres: «No exasperen a sus hijos, para que no se desanimen» (Col3,21). Un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, ser capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí para construir algo mejor. Por eso insisto a los jóvenes que no se dejen robar la esperanza, y a cada uno le repito: «que nadie menosprecie tu juventud» (1 Tm 4,12).

16. Sin embargo, al mismo tiempo a los jóvenes se les recomienda: «Sean sumisos a los ancianos» (1 P5,5). La Biblia siempre invita a un profundo respeto hacia los ancianos, porque albergan un tesoro de experiencia, han probado los éxitos y los fracasos, las alegrías y las grandes angustias de la vida, las ilusiones y los desencantos, y en el silencio de su corazón guardan tantas historias que nos pueden ayudar a no equivocarnos ni engañarnos por falsos espejismos. La palabra de un anciano sabio invita a respetar ciertos límites y a saber dominarse a tiempo: «Exhorta igualmente a los jóvenes para que sepan controlarse en todo» (Tt2,6). No hace bien caer en un culto a la juventud, o en una actitud juvenil que desprecia a los demás por sus años, o porque son de otra época. Jesús decía que la persona sabia es capaz de sacar del arcón tanto lo nuevo como lo viejo (cf. Mt 13,52). Un joven sabio se abre al futuro, pero siempre es capaz de rescatar algo de la experiencia de los otros.

17. En el Evangelio de Marcos aparece una persona que, cuando Jesús le recuerda los mandamientos, dice: «Los he cumplido desde mi juventud» (10,20). Ya lo decía el Salmo: «Tú eres mi esperanza Señor, mi confianza está en ti desde joven […] me instruiste desde joven y anuncié hasta hoy tus maravillas» (71,5.17). No hay que arrepentirse de gastar la juventud siendo buenos, abriendo el corazón al Señor, viviendo de otra manera. Nada de eso nos quita la juventud, sino que la fortalece y la renueva: «Tu juventud se renueva como el águila» (Sal103,5). Por eso san Agustín se lamentaba: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva! ¡Tarde te amé!»[2]. Pero aquel hombre rico, que había sido fiel a Dios en su juventud, dejó que los años le quitaran los sueños, y prefirió seguir apegado a sus bienes (cf. Mc10,22).

18. En cambio, en el Evangelio de Mateo aparece un joven (cf. Mt19,20.22) que se acerca a Jesús para pedir más (cf. v. 20), con ese espíritu abierto de los jóvenes, que busca nuevos horizontes y grandes desafíos. En realidad su espíritu no era tan joven, porque ya se había aferrado a las riquezas y a las comodidades. Él decía de la boca para afuera que quería algo más, pero cuando Jesús le pidió que fuera generoso y repartiera sus bienes, se dio cuenta de que era incapaz de desprenderse de lo que tenía. Finalmente, «al oír estas palabras el joven se retiró entristecido» (v. 22). Había renunciado a su juventud.

19. El Evangelio también nos habla de unas jóvenes prudentes, que estaban preparadas y atentas, mientras otras vivían distraídas y adormecidas (cf. Mt25,1-13). Porque uno puede pasar su juventud distraído, volando por la superficie de la vida, adormecido, incapaz de cultivar relaciones profundas y de entrar en lo más hondo de la vida. De ese modo prepara un futuro pobre, sin substancia. O uno puede gastar su juventud para cultivar cosas bellas y grandes, y así prepara un futuro lleno de vida y de riqueza interior.

20. Si has perdido el vigor interior, los sueños, el entusiasmo, la esperanza y la generosidad, ante ti se presenta Jesús como se presentó ante el hijo muerto de la viuda, y con toda su potencia de Resucitado el Señor te exhorta: «Joven, a ti te digo, ¡levántate!» (Lc7,14).

21. Sin duda hay muchos otros textos de la Palabra de Dios que pueden iluminarnos acerca de esta etapa de la vida. Recogeremos algunos de ellos en los próximos capítulos.

[1] La misma palabra griega que se traduce como “nuevo” se utiliza para expresar “joven”.

[2] San Agustín, Confesiones, X, 27: PL 32, 795.

Preguntas para el trabajo con grupos

¿Cuál es la visión que la Palabra de Dios tiene sobre los jóvenes según este capítulo?

Reflexiona sobre cómo el texto resalta el valor de los jóvenes en la historia de la salvación y la importancia de su papel en la Iglesia y el mundo. ¿Te sientes valido en tu comunidad?

¿Qué tienen en común las historias de José, Gedeón, Samuel, David y Salomón?

Identifica los rasgos que Dios valora en estos jóvenes y cómo estos aspectos pueden ser relevantes en tu vida actual.

Jesús elogia al joven pecador que retoma el buen camino más que al que se cree fiel pero no vive el espíritu del amor. ¿Qué te enseña esto sobre el valor del arrepentimiento y la misericordia?

Comparte alguna experiencia personal en la que hayas tenido que «levantarte» después de caer.

En varios pasajes se menciona la importancia de escuchar y respetar a los ancianos.

¿Cómo puedes equilibrar el entusiasmo y la audacia de la juventud con la sabiduría que proviene de escuchar a los mayores?

¿Qué papel juegan los adultos y ancianos en tu vida y cómo podrían guiarte en tu camino de fe?

¿Qué significa para ti tener “un corazón joven” según el texto?

Reflexiona sobre cómo puedes cultivar las características de la verdadera juventud, como la misericordia, la bondad y la capacidad de amar.

La historia del joven rico (Mateo 19,20-22) muestra a alguien que busca más, pero no está dispuesto a desprenderse de sus riquezas.

¿Hay algo en tu vida de lo que te cuesta desprenderte?

¿Cómo podrías confiar más en Dios para hacer esos sacrificios?

Piensa en lo que te impide seguir más plenamente el llamado de Jesús.

El Papa Francisco menciona que “la verdadera juventud es tener un corazón capaz de amar”.

¿Cómo puedes aplicar esta idea en tu vida diaria, especialmente en tus relaciones con los demás?

Discute cómo puedes vivir este amor de manera concreta en tu familia, comunidad y entorno.

Capítulo segundo: Jesucristo siempre joven

22. Jesús es «joven entre los jóvenes para ser ejemplo de los jóvenes y consagrarlos al Señor»[1]. Por eso el Sínodo dijo que «la juventud es una etapa original y estimulante de la vida, que el propio Jesús vivió, santificándola»[2]. ¿Qué nos cuenta el Evangelio acerca de la juventud de Jesús?

La juventud de Jesús

23. El Señor «entregó su espíritu» (Mt27,50) en una cruz cuando tenía poco más de 30 años de edad (cf. Lc 3,23). Es importante tomar conciencia de que Jesús fue un joven. Dio su vida en una etapa que hoy se define como la de un adulto joven. En la plenitud de su juventud comenzó su misión pública y así «brilló una gran luz» (Mt4,16), sobre todo cuando dio su vida hasta el fin. Este final no era improvisado, sino que toda su juventud fue una preciosa preparación, en cada uno de sus momentos, porque «todo en la vida de Jesús es signo de su misterio»[3] y «toda la vida de Cristo es misterio de Redención»[4].

24. El Evangelio no habla de la niñez de Jesús, pero sí nos narra algunos acontecimientos de su adolescencia y juventud. Mateo sitúa este período de la juventud del Señor entre dos acontecimientos: el regreso de su familia a Nazaret, después del tiempo de exilio, y su bautismo en el Jordán, donde comenzó su misión pública. Las últimas imágenes de Jesús niño son las de un pequeño refugiado en Egipto (cf. Mt2,14-15) y posteriormente las de un repatriado en Nazaret (cf. Mt2,19-23). Las primeras imágenes de Jesús, joven adulto, son las que nos lo presentan en el gentío junto al río Jordán, para hacerse bautizar por su primo Juan el Bautista, como uno más de su pueblo (cf. Mt 3,13-17).

25. Este bautismo no era como el nuestro, que nos introduce en la vida de la gracia, sino que fue una consagración antes de comenzar la gran misión de su vida. El Evangelio dice que su bautismo fue motivo de la alegría y del beneplácito del Padre: «Tú eres mi Hijo amado» (Lc3,22). En seguida Jesús apareció llenodel Espíritu Santo y fue conducido por el Espíritu al desierto. Así estaba preparado para salir a predicar y a hacer prodigios, para liberar y sanar (cf. Lc 4,1-14). Cada joven, cuando se sienta llamado a cumplir una misión en esta tierra, está invitado a reconocer en su interior esas mismas palabras que le dice el Padre Dios: «Tú eres mi hijo amado».

26. Entre estos relatos, encontramos uno que muestra a Jesús en plena adolescencia. Es cuando regresó con sus padres a Nazaret, después que ellos lo perdieron y lo encontraron en el Templo (cf. Lc2,41-51). Allí dice que «les estaba sujeto» (cf. Lc 2,51), porque no renegaba de su familia. Después, Lucas agrega que Jesús «crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres» (Lc2,52). Es decir, estaba siendo preparado, y en ese período iba profundizando su relación con el Padre y con los demás. San Juan Pablo II explicaba que no crecía sólo físicamente, sino que «se dio también en Jesús un crecimiento espiritual», porque «la plenitud de gracia en Jesús era relativa a la edad: había siempre plenitud, pero una plenitud creciente con el crecer de la edad»[5].

27. Con estos datos evangélicos podemos decir que, en su etapa de joven, Jesús se fue «formando», se fue preparando para cumplir el proyecto que el Padre tenía. Su adolescencia y su juventud lo orientaron a esa misión suprema.

28. En la adolescencia y en la juventud, su relación con el Padre era la del Hijo amado, atraído por el Padre, crecía ocupándose de sus cosas: «¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Lc 2,49). Sin embargo, no hay que pensar que Jesús fuera un adolescente solitario o un joven ensimismado. Su relación con la gente era la de un joven que compartía toda la vida de una familia bien integrada en el pueblo. Aprendió el trabajo de su padre y luego lo reemplazó como carpintero. Por eso, en el Evangelio una vez se le llama «el hijo del carpintero» (Mt13,55) y otra vez sencillamente «el carpintero» (Mc6,3). Este detalle muestra que era un muchacho más de su pueblo, que se relacionaba con toda normalidad. Nadie lo miraba como un joven raro o separado de los demás. Precisamente por esta razón, cuando Jesús salió a predicar, la gente no se explicaba de dónde sacaba esa sabiduría: «¿No es este el hijo de José?» (Lc 4,22).

29. El hecho es que «Jesús tampoco creció en una relación cerrada y absorbente con María y con José, sino que se movía gustosamente en la familia ampliada, que incluía a los parientes y amigos»[6]. Así entendemos por qué sus padres, cuando regresaban de la peregrinación a Jerusalén, estaban tranquilos pensando que el jovencito de doce años (cf. Lc2,42) caminaba libremente entre la gente, aunque no lo vieran durante un día entero: «Creyendo que estaba en la caravana, hicieron un día de camino» (Lc2,44). Ciertamente, pensaban que Jesús estaba allí, yendo y viniendo entre los demás, bromeando con otros de su edad, escuchando las narraciones de los adultos y compartiendo las alegrías y las tristezas de la caravana. El término griego utilizado por Lucas para la caravana de peregrinos, synodía, indica precisamente esta “comunidad en camino” de la que forma parte la sagrada familia. Gracias a la confianza de sus padres, Jesús se mueve libremente y aprende a caminar con todos los demás.

Su juventud nos ilumina

30. Estos aspectos de la vida de Jesús pueden resultar inspiradores para todo joven que crece y se prepara para realizar su misión. Esto implica madurar en la relación con el Padre, en la conciencia de ser uno más de la familia y del pueblo, y en la apertura a ser colmado por el Espíritu y conducido a realizar la misión que Dios encomienda, la propia vocación. Nada de esto debería ser ignorado en la pastoral juvenil, para no crear proyectos que aíslen a los jóvenes de la familia y del mundo, o que los conviertan en una minoría selecta y preservada de todo contagio. Necesitamos más bien proyectos que los fortalezcan, los acompañen y los lancen al encuentro con los demás, al servicio generoso, a la misión.

31. Jesús no los ilumina a ustedes, jóvenes, desde lejos o desde afuera, sino desde su propia juventud, que comparte con ustedes. Es muy importante contemplar al Jesús joven que nos muestran los evangelios, porque Él fue verdaderamente uno de ustedes, y en Él se pueden reconocer muchas notas de los corazones jóvenes. Lo vemos, por ejemplo, en las siguientes características: «Jesús tenía una confianza incondicional en el Padre, cuidó la amistad con sus discípulos, e incluso en los momentos críticos permaneció fiel a ellos. Manifestó una profunda compasión por los más débiles, especialmente los pobres, los enfermos, los pecadores y los excluidos. Tuvo la valentía de enfrentarse a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo; vivió la experiencia de sentirse incomprendido y descartado; sintió miedo del sufrimiento y conoció la fragilidad de la pasión; dirigió su mirada al futuro abandonándose en las manos seguras del Padre y a la fuerza del Espíritu. En Jesús todos los jóvenes pueden reconocerse»[7].

32. Por otra parte, Jesús ha resucitado y nos quiere hacer partícipes de la novedad de su resurrección. Él es la verdadera juventud de un mundo envejecido, y también es la juventud de un universo que espera con «dolores de parto» (Rm8,22) ser revestido con su luz y con su vida. Cerca de Él podemos beber del verdadero manantial, que mantiene vivos nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestros grandes ideales, y que nos lanza al anuncio de la vida que vale la pena. En dos detalles curiosos del evangelio de Marcos puede advertirse el llamado a la verdadera juventud de los resucitados. Por una parte, en la pasión del Señor aparece un joven temeroso que intentaba seguir a Jesús pero que huyó desnudo (cf. Mc14,51-52), un joven que no tuvo la fuerza de arriesgarlo todo por seguir al Señor. En cambio, junto al sepulcro vacío, vemos a un joven «vestido con una túnica blanca» (16,5) que invitaba a perder el temor y anunciaba el gozo de la resurrección (cf. 16,6-7).

33. El Señor nos llama a encender estrellas en la noche de otros jóvenes, nos invita a mirar los verdaderos astros, esos signos tan variados que Él nos da para que no nos quedemos quietos, sino que imitemos al sembrador que miraba las estrellas para poder arar el campo. Dios nos enciende estrellas para que sigamos caminando: «Las estrellas brillan alegres en sus puestos de guardia, Él las llama y le responden» (Ba3,34-35). Pero Cristo mismo es para nosotros la gran luz de esperanza y de guía en nuestra noche, porque Él es «la estrella radiante de la mañana» (Ap22,16).

La juventud de la Iglesia

34. Ser joven, más que una edad es un estado del corazón. De ahí que una institución tan antigua como la Iglesia pueda renovarse y volver a ser joven en diversas etapas de su larguísima historia. En realidad, en sus momentos más trágicos siente el llamado a volver a lo esencial del primer amor. Recordando esta verdad, el Concilio Vaticano II expresaba que «rica en un largo pasado, siempre vivo en ella y marchando hacia la perfección humana en el tiempo y hacia los objetivos últimos de la historia y de la vida, es la verdadera juventud del mundo». En ella es posible siempre encontrar a Cristo «el compañero y amigo de los jóvenes»[8].

Una Iglesia que se deja renovar

35. Pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil. También pidamos que la libere de otra tentación: creer que es joven porque cede a todo lo que el mundo le ofrece, creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mimetiza con los demás. No. Es joven cuando es ella misma, cuando recibe la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu cada día. Es joven cuando es capaz de volver una y otra vez a su fuente.

36. Es cierto que los miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”. Todos tienen que sentirnos hermanos y cercanos, como los Apóstoles, que «gozaban de la simpatía de todo el pueblo» (Hch2,47; cf. 4,21.33; 5,13). Pero al mismo tiempo tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece, a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social.

37. La Iglesia de Cristo siempre puede caer en la tentación de perder el entusiasmo porque ya no escucha la llamada del Señor al riesgo de la fe, a darlo todo sin medir los peligros, y vuelve a buscar falsas seguridades mundanas. Son precisamente los jóvenes quienes pueden ayudarla a mantenerse joven, a no caer en la corrupción, a no quedarse, a no enorgullecerse, a no convertirse en secta, a ser más pobre y testimonial, a estar cerca de los últimos y descartados, a luchar por la justicia, a dejarse interpelar con humildad. Ellos pueden aportarle a la Iglesia la belleza de la juventud cuando estimulan la capacidad «de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas»[9].

38. Quienes ya no somos jóvenes, necesitamos ocasiones para tener cerca la voz y el estímulo de ellos, y «la cercanía crea las condiciones para que la Iglesia sea un espacio de diálogo y testimonio de fraternidad que fascine»[10]. Nos hace falta crear más espacios donde resuene la voz de los jóvenes: «La escucha hace posible un intercambio de dones, en un contexto de empatía […]. Al mismo tiempo, pone las condiciones para un anuncio del Evangelio que llegue verdaderamente al corazón, de modo incisivo y fecundo»[11].

Una Iglesia atenta a los signos de los tiempos

39. «Para muchos jóvenes Dios, la religión y la Iglesia son palabras vacías, en cambio son sensibles a la figura de Jesús, cuando viene presentada de modo atractivo y eficaz»[12]. Por eso es necesario que la Iglesia no esté demasiado pendiente de sí misma sino que refleje sobre todo a Jesucristo. Esto implica que reconozca con humildad que algunas cosas concretas deben cambiar, y para ello necesita también recoger la visión y aun las críticas de los jóvenes.

40. En el Sínodo se reconoció «que un número consistente de jóvenes, por razones muy distintas, no piden nada a la Iglesia porque no la consideran significativa para su existencia. Algunos, incluso, piden expresamente que se les deje en paz, ya que sienten su presencia como molesta y hasta irritante. Esta petición con frecuencia no nace de un desprecio acrítico e impulsivo, sino que hunde sus raíces en razones serias y comprensibles: los escándalos sexuales y económicos; la falta de preparación de los ministros ordenados que no saben captar adecuadamente la sensibilidad de los jóvenes; el poco cuidado en la preparación de la homilía y en la explicación de la Palabra de Dios; el papel pasivo asignado a los jóvenes dentro de la comunidad cristiana; la dificultad de la Iglesia para dar razón de sus posiciones doctrinales y éticas a la sociedad contemporánea»[13].

41. Si bien hay jóvenes que disfrutan cuando ven una Iglesia que se manifiesta humildemente segura de sus dones y también capaz de ejercer una crítica leal y fraterna, otros jóvenes reclaman una Iglesia que escuche más, que no se la pase condenando al mundo. No quieren ver a una Iglesia callada y tímida, pero tampoco que esté siempre en guerra por dos o tres temas que la obsesionan. Para ser creíble ante los jóvenes, a veces necesita recuperar la humildad y sencillamente escuchar, reconocer en lo que dicen los demás alguna luz que la ayude a descubrir mejor el Evangelio. Una Iglesia a la defensiva, que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen, pierde la juventud y se convierte en un museo. ¿Cómo podrá acoger de esa manera los sueños de los jóvenes? Aunque tenga la verdad del Evangelio, eso no significa que la haya comprendido plenamente; más bien tiene que crecer siempre en la comprensión de ese tesoro inagotable[14].

42. Por ejemplo, una Iglesia demasiado temerosa y estructurada puede ser permanentemente crítica ante todos los discursos sobre la defensa de los derechos de las mujeres, y señalar constantemente los riesgos y los posibles errores de esos reclamos. En cambio, una Iglesia viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres que piden más justicia e igualdad. Puede recordar la historia y reconocer una larga trama de autoritarismo por parte de los varones, de sometimiento, de diversas formas de esclavitud, de abuso y de violencia machista. Con esta mirada será capaz de hacer suyos estos reclamos de derechos, y dará su aporte con convicción para una mayor reciprocidad entre varones y mujeres, aunque no esté de acuerdo con todo lo que propongan algunos grupos feministas. En esta línea, el Sínodo quiso renovar el compromiso de la Iglesia «contra toda clase de discriminación y violencia sexual»[15]. Esa es la reacción de una Iglesia que se mantiene joven y que se deja cuestionar e impulsar por la sensibilidad de los jóvenes.

María, la muchacha de Nazaret 

43. En el corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una Iglesia joven, que quiere seguir a Cristo con frescura y docilidad. Cuando era muy joven, recibió el anuncio del ángel y no se privó de hacer preguntas (cf. Lc1,34). Pero tenía un alma disponible y dijo: «Aquí está la servidora del Señor» (Lc1,38).

44. «Siempre llama la atención la fuerza del “sí” de María joven. La fuerza de ese “hágase” que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada. Fue algo distinto a un “sí” como diciendo: bueno, vamos a probar a ver qué pasa. María no conocía esa expresión: vamos a ver qué pasa. Era decidida, supo de qué se trataba y dijo “sí”, sin vueltas. Fue algo más, fue algo distinto. Fue el “sí” de quien quiere comprometerse y el que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa. Y yo pregunto a cada uno de ustedes. ¿Se sienten portadores de una promesa? ¿Qué promesa tengo en el corazón para llevar adelante? María tendría, sin dudas, una misión difícil, pero las dificultades no eran una razón para decir “no”. Seguro que tendría complicaciones, pero no serían las mismas complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por no tener todo claro o asegurado de antemano. ¡María no compró un seguro de vida! ¡María se la jugó y por eso es fuerte, por eso es una influencer, es la influencerde Dios! El “sí” y las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y las dificultades»[16].

45. Sin ceder a evasiones ni espejismos, «ella supo acompañar el dolor de su Hijo […] sostenerlo en la mirada, cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza […]. De ella aprendemos a decir “sí” en la testaruda paciencia y creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar»[17].

46. María era la chica de alma grande que se estremecía de alegría (cf. Lc1,47), era la jovencita con los ojos iluminados por el Espíritu Santo que contemplaba la vida con fe y guardaba todo en su corazón de muchacha (cf. Lc2,19.51). Era la inquieta, la que se pone continuamente en camino, que cuando supo que su prima la necesitaba no pensó en sus propios proyectos, sino que salió hacia la montaña «sin demora» (Lc 1,39).

47. Y si hacía falta proteger a su niño, allá iba con José a un país lejano (cf. Mt2,13-14). Por eso permaneció junto a los discípulos reunidos en oración esperando al Espíritu Santo (cf. Hch1,14). Así, con su presencia, nació una Iglesia joven, con sus Apóstoles en salida para hacer nacer un mundo nuevo (cf. Hch 2,4-11).

48. Aquella muchacha hoy es la Madre que vela por los hijos, estos hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo peregrino, pueblo de jóvenes querido por ella, que la busca haciendo silencio en el corazón aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones. Pero ante los ojos de la Madre sólo cabe el silencio esperanzado. Y así María ilumina de nuevo nuestra juventud.

Jóvenes santos

49. El corazón de la Iglesia también está lleno de jóvenes santos, que entregaron su vida por Cristo, muchos de ellos hasta el martirio. Ellos fueron preciosos reflejos de Cristo joven que brillan para estimularnos y para sacarnos de la modorra. El Sínodo destacó que «muchos jóvenes santos han hecho brillar los rasgos de la edad juvenil en toda su belleza y en su época fueron verdaderos profetas de cambio; su ejemplo muestra de qué son capaces los jóvenes cuando se abren al encuentro con Cristo»[18].

50. «A través de la santidad de los jóvenes la Iglesia puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico. El bálsamo de la santidad generada por la vida buena de tantos jóvenes puede curar las heridas de la Iglesia y del mundo, devolviéndonos a aquella plenitud del amor al que desde siempre hemos sido llamados: los jóvenes santos nos animan a volver a nuestro amor primero (cf. Ap2,4)»[19]. Hay santos que no conocieron la vida adulta, y nos dejaron el testimonio de otra forma de vivir la juventud.Recordemos al menos a algunos de ellos, de distintos momentos de la historia, que vivieron la santidad cada uno a su modo.

51. En el siglo III, san Sebastián era un joven capitán de la guardia pretoriana. Cuentan que hablaba de Cristo por todas partes y trataba de convertir a sus compañeros, hasta que le ordenaron renunciar a su fe. Como no aceptó, lanzaron sobre él una lluvia de flechas, pero sobrevivió y siguió anunciando a Cristo sin miedo. Finalmente lo azotaron hasta matarlo.

52. San Francisco de Asís, siendo muy joven y lleno de sueños, escuchó el llamado de Jesús a ser pobre como Él y a restaurar la Iglesia con su testimonio. Renunció a todo con alegría y es el santo de la fraternidad universal, el hermano de todos, que alababa al Señor por sus creaturas. Murió en 1226.

53. Santa Juana de Arco nació en 1412. Era una joven campesina que, a pesar de su corta edad, luchó para defender a Francia de los invasores. Incomprendida por su aspecto y por su forma de vivir la fe, murió en la hoguera.

54. El beato Andrés Phû Yên era un joven vietnamita del siglo XVII. Era catequista y ayudaba a los misioneros. Fue hecho prisionero por su fe, y debido a que no quiso renunciar a ella fue asesinado. Murió diciendo: “Jesús”.

55. En ese mismo siglo, santa Catalina Tekakwitha, una joven laica nativa de América del Norte, sufrió una persecución por su fe y huyó caminando más de 300 kilómetros a través de bosques espesos. Se consagró a Dios y murió diciendo: “¡Jesús, te amo!”.

56. Santo Domingo Savio le ofrecía a María todos sus sufrimientos. Cuando san Juan Bosco le enseñó que la santidad supone estar siempre alegres, abrió su corazón a una alegría contagiosa. Procuraba estar cerca de sus compañeros más marginados y enfermos. Murió en 1857 a los catorce años, diciendo: “¡Qué maravilla estoy viendo!”.

57. Santa Teresa del Niño Jesús nació en 1873. A los 15 años, atravesando muchas dificultades, logró ingresar a un convento carmelita. Vivió el caminito de la confianza total en el amor del Señor y se propuso alimentar con su oración el fuego del amor que mueve a la Iglesia.

58. El beato Ceferino Namuncurá era un joven argentino, hijo de un destacado cacique de los pueblos originarios. Llegó a ser seminarista salesiano, lleno de deseos de volver a su tribu para llevar a Jesucristo. Murió en 1905.

59. El beato Isidoro Bakanja era un laico del Congo que daba testimonio de su fe. Fue torturado durante largo tiempo por haber propuesto el cristianismo a otros jóvenes. Murió perdonando a su verdugo en 1909.

60. El beato Pier Giorgio Frassati, que murió en 1925, «era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida»[20]. Decía que él intentaba retribuir el amor de Jesús que recibía en la comunión, visitando y ayudando a los pobres.

61. El beato Marcel Callo era un joven francés que murió en 1945. En Austria fue encerrado en un campo de concentración donde confortaba en la fe a sus compañeros de cautiverio, en medio de duros trabajos.

62. La joven beata Chiara Badano, que murió en 1990, «experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor […]. La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás»[21].

63. Que ellos y también muchos jóvenes que quizás desde el silencio y el anonimato vivieron a fondo el Evangelio, intercedan por la Iglesia, para que esté llena de jóvenes alegres, valientes y entregados que regalen al mundo nuevos testimonios de santidad.

[1] San Ireneo, Contra las herejías, II, 22,4: PG 7, 784.

[2] Documento Final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 60. En adelante este documento se citará con la sigla DF. Se puede encontrar en: http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20181027_doc-final-instrumentum-xvassemblea-giovani_sp.html

[3] Catecismo de la Iglesia Católica, 515.

[4] Ibíd., 517.

[5] Catequesis (27 junio 1990), 2-3: Insegnamenti 13,1 (1990), 1680-1681.

[6] Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia (19 marzo 2016), 182: AAS 108 (2016), 384.

[7] DF 63.

[8] Conc. Ecum. Vat. II, Mensaje a la humanidad: A los jóvenes (7 diciembre 1965): AAS 58 (1966), 18.

[9] Ibíd.

[10] DF 1.

[11] Ibíd., 8.

[12] Ibíd., 50.

[13] Ibíd., 53.

[14] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina Revelación, 8.

[15] DF 150.

[16] Discurso en la Vigilia con los jóvenes en la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud en Panamá (26 enero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (1 febrero 2019), p. 12.

[17] Oración conclusiva del Vía Crucis en la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud en Panamá (25 enero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (1 febrero 2019), p. 8.

[18] DF 65.

[19]  Ibíd., 167.

[20] S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes en Turín (13 abril 1980), 4: Insegnamenti 3,1 (1980), 905.

[21] Benedicto XVI, Mensaje para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud (15 marzo 2012): AAS 104 (2012), 359.

Preguntas para el trabajo con grupos

El capítulo menciona que Jesús vivió su juventud plenamente y la santificó.

¿Cómo te inspira saber que Jesús fue un joven como tú, con desafíos y responsabilidades?

¿Qué aspectos de su juventud resuenan más contigo?

Jesús se preparó durante su juventud para cumplir con la misión que Dios le había encomendado.

¿Cómo te preparas tú para cumplir con la misión que sientes que Dios tiene para ti?

¿Qué pasos podrías tomar para estar más preparado espiritualmente?

Jesús no vivió su juventud, ni ningún momento de su vida, aislado, sino que estuvo plenamente integrado en un comunidad y familia.

¿Qué importancia tiene para ti estar conectado con tu familia, amigos y comunidad?

¿Cómo podrías aplicar esto en tu vida diaria?

El capítulo menciona que la Iglesia se mantiene joven cuando es capaz de renovarse y volver a sus raíces.

¿Cómo crees que los jóvenes pueden ayudar a la Iglesia a mantenerse viva y relevante en el mundo actual?

¿Qué puedes hacer tú para contribuir a este proceso?

María, joven de Nazaret, es presentada como un modelo de confianza y disposición a la voluntad de Dios.

¿Qué puedes aprender del “sí” de María?

¿Cómo puedes aplicar su ejemplo en las decisiones y desafíos que enfrentas hoy?

La Iglesia ha tenido muchos jóvenes santos que vivieron su fe con valentía y radicalidad.

¿Qué santos conoces?

¿Qué te inspira de estos jóvenes santos?

¿Cómo podrías seguir su ejemplo en tu propia vida?

El capítulo invita a los jóvenes a ser “estrellas en la noche” para otros jóvenes.

¿Cómo puedes ser un faro de esperanza y fe para tus amigos y compañeros?

¿Qué acciones concretas podrías tomar para iluminar la vida de los demás?

Capítulo tercero: Ustedes son el ahora de Dios

64. Después de recorrer la Palabra de Dios, no podemos decir sólo que los jóvenes son el futuro del mundo. Son el presente, lo están enriqueciendo con su aporte. Un joven ya no es un niño, está en un momento de la vida en que comienza a tomar distintas responsabilidades, participando con los adultos en el desarrollo de la familia, de la sociedad, de la Iglesia. Pero los tiempos cambian, y resuena la pregunta: ¿cómo son los jóvenes hoy, qué les pasa ahora?

En positivo

65. El Sínodo reconoció que los fieles de la Iglesia no siempre tienen la actitud de Jesús. En lugar de disponernos a escucharlos a fondo, «a veces predomina la tendencia a dar respuestas preconfeccionadas y recetas preparadas, sin dejar que las preguntas de los jóvenes se planteen con su novedad y sin aceptar su provocación»[1]. En cambio, cuando la Iglesia abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece, porque «permite que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas»[2].

66. Hoy los adultos corremos el riesgo de hacer un listado de calamidades, de defectos de la juventud actual. Algunos podrán aplaudirnos porque parecemos expertos en encontrar puntos negativos y peligros. ¿Pero cuál sería el resultado de esa actitud? Más y más distancia, menos cercanía, menos ayuda mutua.

67. La clarividencia de quien ha sido llamado a ser padre, pastor o guía de los jóvenes consiste en encontrar la pequeña llama que continúa ardiendo, la caña que parece quebrarse (cf. Is42,3), pero que sin embargo todavía no se rompe. Es la capacidad de encontrar caminos donde otros ven sólo murallas, es la habilidad de reconocer posibilidades donde otros ven solamente peligros. Así es la mirada de Dios Padre, capaz de valorar y alimentar las semillas de bien sembradas en los corazones de los jóvenes. El corazón de cada joven debe por tanto ser considerado “tierra sagrada”, portador de semillas de vida divina, ante quien debemos “descalzarnos” para poder acercarnos y profundizar en el Misterio.

Muchas juventudes

68. Podríamos intentar describir las características de los jóvenes de hoy, pero ante todo quiero recoger una advertencia de los Padres sinodales: «La composición del Sínodo ha hecho visible la presencia y la aportación de las diversas regiones del mundo, y ha puesto de relieve la belleza de ser Iglesia universal. Aun en un contexto de globalización creciente, los Padres sinodales han pedido que se destacaran las numerosas diferencias entre contextos y culturas, incluso dentro de un mismo país. Existe una pluralidad de mundos juveniles, tanto es así que en algunos países se tiende a utilizar el término “juventud” en plural. Además, la franja de edad considerada por este Sínodo (16-29 años) no representa un conjunto homogéneo, sino que está compuesta por grupos que viven situaciones peculiares»[3].

69. Ya desde el punto de vista demográfico, en algunos países hay muchos jóvenes, mientras otros tienen una tasa de natalidad muy baja. Pero «otra diferencia deriva de la historia, que distingue a los países y continentes de antigua tradición cristiana, cuya cultura es portadora de una memoria que no hay que perder, respecto de los países y continentes marcados en cambio por otras tradiciones religiosas y en los que el cristianismo es una presencia minoritaria y a veces reciente. En otros territorios, además, las comunidades cristianas y los jóvenes que forman parte de ellas son objeto de persecución»[4]. También hay que distinguir los jóvenes «a quienes la globalización ofrece un mayor número de oportunidades, de aquellos que viven al margen de la sociedad o en el mundo rural y sufren los efectos de formas de exclusión y descarte»[5].

70. Hay muchas diferencias más, que sería complejo detallar aquí. Por lo tanto, no creo conveniente detenerme a ofrecer un análisis exhaustivo sobre los jóvenes en el mundo actual, sobre cómo viven y qué les pasa. Pero como tampoco puedo dejar de mirar la realidad, recogeré brevemente algunos aportes que llegaron antes del Sínodo y otros que pude recoger durante el mismo.

Algunas cosas que les pasan a los jóvenes

71. La juventud no es algo que se pueda analizar en abstracto. En realidad, “la juventud” no existe, existen los jóvenes con sus vidas concretas. En el mundo actual, lleno de progresos, muchas de esas vidas están expuestas al sufrimiento y a la manipulación.

Jóvenes de un mundo en crisis

72. Los padres sinodales evidenciaron con dolor que «muchos jóvenes viven en contextos de guerra y padecen la violencia en una innumerable variedad de formas: secuestros, extorsiones, crimen organizado, trata de seres humanos, esclavitud y explotación sexual, estupros de guerra, etc. A otros jóvenes, a causa de su fe, les cuesta encontrar un lugar en sus sociedades y son víctimas de diversos tipos de persecuciones, e incluso la muerte. Son muchos los jóvenes que, por constricción o falta de alternativas, viven perpetrando delitos y violencias: niños soldados, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, terrorismo, etc. Esta violencia trunca muchas vidas jóvenes. Abusos y adicciones, así como violencia y comportamientos negativos son algunas de las razones que llevan a los jóvenes a la cárcel, con una especial incidencia en algunos grupos étnicos y sociales»[6].

73. Muchos jóvenes son ideologizados, utilizados y aprovechados como carne de cañón o como fuerza de choque para destruir, amedrentar o ridiculizar a otros. Y lo peor es que muchos son convertidos en seres individualistas, enemigos y desconfiados de todos, que así se vuelven presa fácil de ofertas deshumanizantes y de los planes destructivos que elaboran grupos políticos o poderes económicos.

74. Todavía son «más numerosos en el mundo los jóvenes que padecen formas de marginación y exclusión social por razones religiosas, étnicas o económicas. Recordamos la difícil situación de adolescentes y jóvenes que quedan embarazadas y la plaga del aborto, así como la difusión del VIH, las varias formas de adicción (drogas, juegos de azar, pornografía, etc.) y la situación de los niños y jóvenes de la calle, que no tienen casa ni familia ni recursos económicos»[7]. Cuando además son mujeres, estas situaciones de marginación se vuelven doblemente dolorosas y difíciles.

75. No seamos una Iglesia que no llora frente a estos dramas de sus hijos jóvenes. Nunca nos acostumbremos, porque quien no sabe llorar no es madre. Nosotros queremos llorar para que la sociedad también sea más madre, para que en vez de matar aprenda a parir, para que sea promesa de vida. Lloramos cuando recordamos a los jóvenes que ya han muerto por la miseria y la violencia, y le pedimos a la sociedad que aprenda a ser madre solidaria. Ese dolor no se va, camina con nosotros, porque la realidad no se puede esconder. Lo peor que podemos hacer es aplicar la receta del espíritu mundano que consiste en anestesiar a los jóvenes con otras noticias, con otras distracciones, con banalidades.

76. Quizás «aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar. Ciertas realidades de la vida solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo? ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más?»[8]. Intenta aprender a llorar por los jóvenes que están peor que tú. La misericordia y la compasión también se expresan llorando. Si no te sale, ruega al Señor que te conceda derramar lágrimas por el sufrimiento de otros. Cuando sepas llorar, entonces sí serás capaz de hacer algo de corazón por los demás.

77. A veces el dolor de algunos jóvenes es muy lacerante; es un dolor que no se puede expresar con palabras; es un dolor que nos abofetea. Esos jóvenes sólo pueden decirle a Dios que sufren mucho, que les cuesta demasiado seguir adelante, que ya no creen en nadie. Pero en ese lamento desgarrador se hacen presentes las palabras de Jesús: «Felices los afligidos, porque serán consolados» (Mt5,4). Hay jóvenes que pudieron abrirse camino en la vida porque les llegó esa promesa divina. Ojalá siempre haya cerca de un joven sufriente una comunidad cristiana que pueda hacer resonar esas palabras con gestos, abrazos y ayudas concretas.

78. Es verdad que los poderosos prestan algunas ayudas, pero frecuentemente a un alto costo. En muchos países pobres las ayudas económicas de algunos países más ricos o de algunos organismos internacionales suelen estar vinculadas a la aceptación de propuestas occidentales con respecto a la sexualidad, al matrimonio, a la vida o a la justicia social. Esta colonización ideológica daña en especial a los jóvenes. Al mismo tiempo, vemos cómo cierta publicidad enseña a las personas a estar siempre insatisfechas y contribuye a la cultura del descarte, donde los mismos jóvenes terminan convertidos en material descartable.

79. La cultura actual presenta un modelo de persona muy asociado a la imagen de lo joven. Se siente bello quien aparenta juventud, quien realiza tratamientos para hacer desaparecer las huellas del tiempo. Los cuerpos jóvenes son constantemente usados en la publicidad, para vender. El modelo de belleza es un modelo juvenil, pero estemos atentos, porque esto no es un elogio para los jóvenes. Sólo significa que los adultos quieren robar la juventud para ellos, no que respeten, amen y cuiden a los jóvenes.

80. Algunos jóvenes «sienten las tradiciones familiares como oprimentes y huyen de ellas impulsados por una cultura globalizada que a veces los deja sin puntos de referencia. En otras partes del mundo, en cambio, entre jóvenes y adultos no se da un verdadero conflicto generacional, sino una extrañeza mutua. A veces los adultos no tratan de transmitir los valores fundamentales de la existencia o no lo logran, o bien asumen estilos juveniles, invirtiendo la relación entre generaciones. De este modo, se corre el riesgo de que la relación entre jóvenes y adultos permanezca en el plano afectivo, sin tocar la dimensión educativa y cultural»[9]. ¡Cuánto daño hace esto a los jóvenes, aunque algunos no lo adviertan! Los mismos jóvenes nos han hecho notar que esto dificulta enormemente la transmisión de la fe «en algunos países donde no hay libertad de expresión, y donde se les impide participar en la Iglesia»[10].

Deseos, heridas y búsquedas

81. Los jóvenes reconocen que el cuerpo y la sexualidad tienen una importancia esencial para su vida y en el camino de crecimiento de su identidad. Sin embargo, en un mundo que enfatiza excesivamente la sexualidad, es difícil mantener una buena relación con el propio cuerpo y vivir serenamente las relaciones afectivas. Por esta y por otras razones, la moral sexual suele ser muchas veces «causa de incomprensión y de alejamiento de la Iglesia, ya que se percibe como un espacio de juicio y de condena». Al mismo tiempo, los jóvenes expresan «un explícito deseo de confrontarse sobre las cuestiones relativas a la diferencia entre identidad masculina y femenina, a la reciprocidad entre hombres y mujeres, y a la homosexualidad»[11].

82. En nuestro tiempo «los avances de las ciencias y de las tecnologías biomédicas inciden sobre la percepción del cuerpo, induciendo a la idea de que se puede modificar sin límite. La capacidad de intervenir sobre el ADN, la posibilidad de insertar elementos artificiales en el organismo (cyborg) y el desarrollo de las neurociencias constituyen un gran recurso, pero al mismo tiempo plantean interrogantes antropológicos y éticos»[12]. Pueden llevarnos a olvidar que la vida es un don, y que somos seres creados y limitados, que fácilmente podemos ser instrumentalizados por quienes tienen el poder tecnológico[13]. «Además en algunos contextos juveniles se difunde un cierto atractivo por comportamientos de riesgo como instrumento para explorarse a sí mismos, buscando emociones fuertes y obtener un reconocimiento. […] Estos fenómenos, a los que están expuestas las nuevas generaciones, constituyen un obstáculo para una maduración serena»[14].

83. En los jóvenes también están los golpes, los fracasos, los recuerdos tristes clavados en el alma. Muchas veces «son las heridas de las derrotas de la propia historia, de los deseos frustrados, de las discriminaciones e injusticias sufridas, del no haberse sentido amados o reconocidos». Además «están las heridas morales, el peso de los propios errores, los sentimientos de culpa por haberse equivocado»[15]. Jesús se hace presente en esas cruces de los jóvenes, para ofrecerles su amistad, su alivio, su compañía sanadora, y la Iglesia quiere ser su instrumento en este camino hacia la restauración interior y la paz del corazón.

84. En algunos jóvenes reconocemos un deseo de Dios, aunque no tenga todos los contornos del Dios revelado. En otros podremos vislumbrar un sueño de fraternidad, que no es poco. En muchos habrá un deseo real de desarrollar las capacidades que hay en ellos para aportarle algo al mundo. En algunos vemos una sensibilidad artística especial, o una búsqueda de armonía con la naturaleza. En otros habrá quizás una gran necesidad de comunicación. En muchos de ellos encontraremos un profundo deseo de una vida diferente. Se trata de verdaderos puntos de partida, fibras interiores que esperan con apertura una palabra de estímulo, de luz y de aliento.

85. El Sínodo ha tratado especialmente tres temas de suma importancia, cuyas conclusiones quiero acoger textualmente, aunque todavía nos requerirán avanzar en un mayor análisis y desarrollar una más adecuada y eficaz capacidad de respuesta.

El ambiente digital

86. «El ambiente digital caracteriza el mundo contemporáneo. Amplias franjas de la humanidad están inmersas en él de manera ordinaria y continua. Ya no se trata solamente de “usar” instrumentos de comunicación, sino de vivir en una cultura ampliamente digitalizada, que afecta de modo muy profundo la noción de tiempo y de espacio, la percepción de uno mismo, de los demás y del mundo, el modo de comunicar, de aprender, de informarse, de entrar en relación con los demás. Una manera de acercarse a la realidad que suele privilegiar la imagen respecto a la escucha y a la lectura incide en el modo de aprender y en el desarrollo del sentido crítico»[16].

87. La weby las redes sociales han creado una nueva manera de comunicarse y de vincularse, y «son una plaza en la que los jóvenes pasan mucho tiempo y se encuentran fácilmente, aunque el acceso no es igual para todos, en particular en algunas regiones del mundo. En cualquier caso, constituyen una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento. Por otro lado, el entorno digital es un contexto de participación sociopolítica y de ciudadanía activa, y puede facilitar la circulación de información independiente capaz de tutelar eficazmente a las personas más vulnerables poniendo de manifiesto las violaciones de sus derechos. En numerosos países, web y redes sociales representan un lugar irrenunciable para llegar a los jóvenes e implicarlos, incluso en iniciativas y actividades pastorales»[17].

88. Pero para comprender este fenómeno en su totalidad hay que reconocer que, como toda realidad humana, está atravesado por límites y carencias. No es sano confundir la comunicación con el mero contacto virtual. De hecho, «el ambiente digital también es un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta llegar al caso extremo del dark web. Los medios de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas. Nuevas formas de violencia se difunden mediante los social media, por ejemplo el ciberacoso; la webtambién es un canal de difusión de la pornografía y de explotación de las personas para fines sexuales o mediante el juego de azar»[18].

89. No se debería olvidar que «en el mundo digital están en juego ingentes intereses económicos, capaces de realizar formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático. El funcionamiento de muchas plataformas a menudo acaba por favorecer el encuentro entre personas que piensan del mismo modo, obstaculizando la confrontación entre las diferencias. Estos circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias falsas, fomentando prejuicios y odios. La proliferación de las fake newses expresión de una cultura que ha perdido el sentido de la verdad y somete los hechos a intereses particulares. La reputación de las personas está en peligro mediante juicios sumarios en línea. El fenómeno afecta también a la Iglesia y a sus pastores»[19].

90. En un documento que prepararon 300 jóvenes de todo el mundo antes del Sínodo, ellos indicaron que «las relaciones onlinepueden volverse inhumanas. Los espacios digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión personal. Problemas como la pornografía distorsionan la percepción que el joven tiene de la sexualidad humana. La tecnología usada de esta forma, crea una realidad paralela ilusoria que ignora la dignidad humana»[20]. La inmersión en el mundo virtual ha propiciado una especie de “migración digital”, es decir, un distanciamiento de la familia, de los valores culturales y religiosos, que lleva a muchas personas a un mundo de soledad y de autoinvención, hasta experimentar así una falta de raíces aunque permanezcan físicamente en el mismo lugar. La vida nueva y desbordante de los jóvenes, que empuja y busca autoafirmar la propia personalidad, se enfrenta hoy a un desafío nuevo: interactuar con un mundo real y virtual en el que se adentran solos como en un continente global desconocido. Los jóvenes de hoy son los primeros en hacer esta síntesis entre lo personal, lo propio de cada cultura, y lo global. Pero esto requiere que logren pasar del contacto virtual a una buena y sana comunicación.

Los migrantes como paradigma de nuestro tiempo

91. ¿Cómo no recordar a tantos jóvenes afectados por las migraciones? Los fenómenos migratorios «no representan una emergencia transitoria, sino que son estructurales. Las migraciones pueden tener lugar dentro del mismo país o bien entre países distintos. La preocupación de la Iglesia atañe en particular a aquellos que huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución política o religiosa, de los desastres naturales –debidos entre otras cosas a los cambios climáticos– y de la pobreza extrema: muchos de ellos son jóvenes. En general, buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad»[21]. Los migrantes «nos recuerdan la condición originaria de la fe, o sea la de ser “forasteros y peregrinos en la tierra” (Hb11,13)»[22].

92. Otros migrantes son «atraídos por la cultura occidental, a veces con expectativas poco realistas que los exponen a grandes desilusiones. Traficantes sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las armas, explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje con demasiada frecuencia experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles. Cabe señalar la especial vulnerabilidad de los inmigrantes menores no acompañados, y la situación de quienes se ven obligados a pasar muchos años en los campos de refugiados o que permanecen bloqueados durante largo tiempo en los países de tránsito, sin poder continuar sus estudios ni desarrollar sus talentos. En algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma, ante la que hay que reaccionar con decisión»[23].

93. «Los jóvenes que emigran tienen que separarse de su propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y religioso. La fractura también concierne a las comunidades de origen, que pierden a los elementos más vigorosos y emprendedores, y a las familias, en particular cuando emigra uno de los padres o ambos, dejando a los hijos en el país de origen. La Iglesia tiene un papel importante como referencia para los jóvenes de estas familias rotas. Sin embargo, las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos. Las iniciativas de acogida que hacen referencia a la Iglesia tienen un rol importante desde este punto de vista, y pueden revitalizar a las comunidades capaces de realizarlas»[24].

94. «Gracias a la diversa proveniencia de los Padres [sinodales], respecto al tema de los migrantes el Sínodo ha vivido el encuentro de muchas perspectivas, en particular entre países de origen y países de llegada. Además, ha resonado el grito de alarma de aquellas Iglesias cuyos miembros se ven obligados a escapar de la guerra y de la persecución, y que ven en estas migraciones forzadas una amenaza para su propia existencia. Precisamente el hecho de incluir en su seno todas estas perspectivas pone a la Iglesia en condiciones de desempeñar en medio de la sociedad un papel profético sobre el tema de las migraciones»[25]. Pido especialmente a los jóvenes que no caigan en las redes de quienes quieren enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no tuvieran la misma inalienable dignidad de todo ser humano.

Poner fin a todo tipo de abusos

95. En los últimos tiempos se nos ha reclamado con fuerza que escuchemos el grito de las víctimas de los distintos tipos de abuso que han llevado a cabo algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Estos pecados provocan en sus víctimas «sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio. Este fenómeno está muy difundido en la sociedad y afecta también a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión»[26].

96. Es verdad que «la plaga de los abusos sexuales a menores es por desgracia un fenómeno históricamente difuso en todas las culturas y sociedades», especialmente en el seno de las propias familias y en diversas instituciones, cuya extensión se evidenció sobre todo «gracias a un cambio de sensibilidad de la opinión pública». Pero «la universalidad de esta plaga, a la vez que confirma su gravedad en nuestras sociedades, no disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia» y «en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios, traicionado y abofeteado»[27].

97. «El Sínodo renueva su firme compromiso en la adopción de medidas rigurosas de prevención que impidan que se repitan, a partir de la selección y de la formación de aquellos a quienes se encomendarán tareas de responsabilidad y educativas»[28]. Al mismo tiempo, ya no hay que abandonar la decisión de aplicar las «acciones y sanciones tan necesarias»[29]. Y todo esto con la gracia de Cristo. No hay vuelta atrás.

98. «Existen diversos tipos de abuso: de poder, económico, de conciencia, sexual. Es evidente la necesidad de desarraigar las formas de ejercicio de la autoridad en las que se injertan y de contrarrestar la falta de responsabilidad y transparencia con la que se gestionan muchos de los casos. El deseo de dominio, la falta de diálogo y de transparencia, las formas de doble vida, el vacío espiritual, así como las fragilidades psicológicas son el terreno en el que prospera la corrupción»[30]. El clericalismo es una permanente tentación de los sacerdotes, que interpretan «el ministerio recibido como un poderque hay que ejercer más que como un serviciogratuito y generoso que ofrecer; y esto nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y no necesita ya escuchar ni aprender nada»[31]. Sin dudas un espíritu clericalista expone a las personas consagradas a perder el respeto por el valor sagrado e inalienable de cada persona y de su libertad.

99. Junto con los Padres sinodales, quiero expresar con cariño y reconocimiento mi «gratitud hacia quienes han tenido la valentía de denunciar el mal sufrido: ayudan a la Iglesia a tomar conciencia de lo sucedido y de la necesidad de reaccionar con decisión»[32]. Pero también merece un especial reconocimiento «el empeño sincero de innumerables laicos, sacerdotes, consagrados y obispos que cada día se entregan con honestidad y dedicación al servicio de los jóvenes. Su obra es un gran bosque que crece sin hacer ruido. También muchos de los jóvenes presentes en el Sínodo han manifestado gratitud por aquellos que los acompañaron y han resaltado la gran necesidad de figuras de referencia»[33].

100. Gracias a Dios los sacerdotes que cayeron en estos horribles crímenes no son la mayoría, que sostiene un ministerio fiel y generoso. A los jóvenes les pido que se dejen estimular por esta mayoría. En todo caso, cuando vean un sacerdote en riesgo, porque ha perdido el gozo de su ministerio, porque busca compensaciones afectivas o está equivocando el rumbo, atrévanse a recordarle su compromiso con Dios y con su pueblo, anúncienle ustedes el Evangelio y aliéntenlo a mantenerse en la buena senda. Así ustedes prestarán una invalorable ayuda en algo fundamental: la prevención que permita evitar que se repitan estas atrocidades. Esta nube negra se convierte también en un desafío para los jóvenes que aman a Jesucristo y a su Iglesia, porque pueden aportar mucho en esta herida si ponen en juego su capacidad de renovar, de reclamar, de exigir coherencia y testimonio, de volver a soñar y de reinventar.

101. No es este el único pecado de los miembros de la Iglesia, cuya historia tiene muchas sombras. Nuestros pecados están a la vista de todos; se reflejan sin piedad en las arrugas del rostro milenario de nuestra Madre y Maestra. Porque ella camina desde hace dos mil años, compartiendo «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres»[34]. Y camina como es, sin hacerse cirugías estéticas. No teme mostrar los pecados de sus miembros, que a veces algunos de ellos intentan disimular, ante la luz ardiente de la Palabra del Evangelio que limpia y purifica. Tampoco deja de recitar cada día, avergonzada: «Piedad de mí, Señor, por tu bondad. […] Tengo siempre presente mi pecado» (Sal51,3.5). Pero recordemos que no se abandona a la Madre cuando está herida, sino que se la acompaña para que saque de ella toda su fortaleza y su capacidad de comenzar siempre de nuevo.

102. En medio de este drama que justamente nos duele en el alma, «Jesús Nuestro Señor, que nunca abandona a su Iglesia, le da la fuerza y los instrumentos para un nuevo camino»[35]. Así, este momento oscuro, «con la valiosa ayuda de los jóvenes, puede ser realmente una oportunidad para una reforma de carácter histórico»[36], para abrirse a un nuevo Pentecostés y empezar una etapa de purificación y de cambio que otorgue a la Iglesia una renovada juventud. Pero los jóvenes podrán ayudar mucho más si se sienten de corazón parte del «santo y paciente Pueblo fiel de Dios, sostenido y vivificado por el Espíritu Santo», porque «será justamente este santo Pueblo de Dios el que nos libre de la plaga del clericalismo, que es el terreno fértil para todas estas abominaciones»[37].

Hay salida

103. En este capítulo me detuve a mirar la realidad de los jóvenes en el mundo actual. Algunos otros aspectos aparecerán en los siguientes capítulos. Como ya dije, no pretendo ser exhaustivo con este análisis. Exhorto a las comunidades a realizar con respeto y con seriedad un examen de su propia realidad juvenil más cercana, para poder discernir los caminos pastorales más adecuados. Pero no quiero terminar este capítulo sin dirigir algunas palabras a cada uno.

104. Te recuerdo la buena noticia que nos regaló la mañana de la Resurrección: que en todas las situaciones oscuras o dolorosas que mencionamos hay salida. Por ejemplo, es verdad que el mundo digital puede ponerte ante el riesgo del ensimismamiento, del aislamiento o del placer vacío. Pero no olvides que hay jóvenes que también en estos ámbitos son creativos y a veces geniales. Es lo que hacía el joven venerable Carlos Acutis.

105. Él sabía muy bien que esos mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo y de las novedades que podemos comprar, obsesionados por el tiempo libre, encerrados en la negatividad. Pero él fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza.

No cayó en la trampa. Veía que muchos jóvenes, aunque parecen distintos, en realidad terminan siendo más de lo mismo, corriendo detrás de lo que les imponen los poderosos a través de los mecanismos de consumo y atontamiento. De ese modo, no dejan brotar los dones que el Señor les ha dado, no le ofrecen a este mundo esas capacidades tan personales y únicas que Dios ha sembrado en cada uno. Así, decía Carlos, ocurre que “todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. No permitas que eso te ocurra.

107. No dejes que te roben la esperanza y la alegría, que te narcoticen para utilizarte como esclavo de sus intereses. Atrévete a ser más, porque tu ser importa más que cualquier cosa. No te sirve tener o aparecer. Puedes llegar a ser lo que Dios, tu Creador, sabe que eres, si reconoces que estás llamado a mucho. Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo.

108. Para eso necesitas reconocer algo fundamental: ser joven no es sólo la búsqueda de placeres pasajeros y de éxitos superficiales. Para que la juventud cumpla la finalidad que tiene en el recorrido de tu vida, debe ser un tiempo de entrega generosa, de ofrenda sincera, de sacrificios que duelen pero que nos vuelven fecundos. Es como decía un gran poeta:

«Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

Si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado»[38].

109. Si eres joven en edad, pero te sientes débil, cansado o desilusionado, pídele a Jesús que te renueve. Con Él no falta la esperanza. Lo mismo puedes hacer si te sientes sumergido en los vicios, las malas costumbres, el egoísmo o la comodidad enfermiza. Jesús, lleno de vida, quiere ayudarte para que ser joven valga la pena. Así no privarás al mundo de ese aporte que sólo tú puedes hacerle, siendo único e irrepetible como eres.

110. Pero quiero recordarte también que «es muy difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las asechanzas y tentaciones del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados. Es tal el bombardeo que nos seduce que, si estamos demasiado solos, fácilmente perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior, y sucumbimos»[39]. Esto vale especialmente para los jóvenes, porque ustedes unidos tienen una fuerza admirable. Cuando se entusiasman por una vida comunitaria, son capaces de grandes sacrificios por los demás y por la comunidad. En cambio, el aislamiento los debilita y los expone a los peores males de nuestro tiempo.

[1] DF 8.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd., 10.

[4] Ibíd., 11.

[5] Ibíd., 12.

[6] Ibíd., 41.

[7] Ibíd., 42.

[8] Discurso a los jóvenes en Manila (18 enero 2015): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (23 enero 2015), p. 12.

[9] DF 34.

[10] Documento de la Reunión pre-sinodal para la preparación de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (24 marzo 2018), I, 1.

[11] DF 39.

[12] Ibíd., 37.

[13] Cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 106: AAS 107 (2015), 889-890.

[14] DF 37.

[15] Ibíd., 67.

[16] Ibíd., 21.

[17]  Ibíd., 22.

[18] Ibíd., 23.

[19] Ibíd., 24.

[20] Documento de la Reunión pre-sinodal para la preparación de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (24 marzo 2018), I, 4.

[21] DF 25.

[22] Ibíd.

[23] Ibíd., 26.

[24] Ibíd., 27.

[25] Ibíd., 28.

[26] Ibíd., 29.

[27] Discurso conclusivo del encuentro sobre “La protección de los menores en la Iglesia” (24 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (1 marzo 2019), p. 9.

[28] DF 29.

[29] Carta al Pueblo de Dios (20 agosto 2018), 2: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (24 agosto 2018), p. 6.

[30] DF 30.

[31] Discurso a la primera Congregación general de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (3 octubre 2018):L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (5 octubre 2018), p. 10.

[32] DF 31.

[33] Ibíd.

[34] Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 1.

[35] DF 31.

[36] Ibíd., 31.

[37] Discurso conclusivo del encuentro sobre “La protección de los menores en la Iglesia” (24 febrero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (1 marzo 2019), p. 10.

[38] Francisco Luis Bernárdez, «Soneto», en Cielo de tierra, Buenos Aires 1937.

[39] Exhort. ap. Gaudete et exsultate (19 marzo 2018), 140.

Preguntas para el trabajo con grupos

¿Qué significa para ti la frase “ustedes son el ahora de Dios”?

Reflexiona sobre cómo los jóvenes pueden influir en la Iglesia y la sociedad hoy, no solo en el futuro.

En el texto se menciona la importancia de la empatía de la Iglesia hacia los jóvenes.

¿Cómo crees que la Iglesia puede mejorar su forma de escuchar y acompañar a los jóvenes?

Considera ejemplos concretos de cómo se podría lograr esto en tu comunidad.

El Papa habla sobre encontrar “la pequeña llama que continúa ardiendo” en cada joven.

¿Cómo crees que se puede descubrir y cultivar esta “llama” en tu vida o en la de otros jóvenes?

Piensa en momentos en los que te has sentido apoyado o comprendido en tu camino espiritual.

El documento destaca las muchas formas en que los jóvenes sufren en el mundo actual.

¿Qué papel crees que la Iglesia y los jóvenes pueden desempeñar para enfrentar estas realidades?

Discute cómo puedes ser parte de la solución a estos problemas en tu entorno.

¿Cómo ves la influencia del ambiente digital en la vida de los jóvenes?

Reflexiona sobre los aspectos positivos y negativos que menciona el Papa, y cómo puedes equilibrar tu vida online con tu vida espiritual.

El Papa nos invita a aprender a llorar por los sufrimientos de los demás.

¿Has experimentado este tipo de compasión en tu vida? ¿Cómo crees que podemos cultivar un corazón más compasivo?

Considera formas prácticas en las que puedes expresar esta compasión en tu comunidad.

La migración es un tema central en este capítulo.

¿Cómo podemos, como jóvenes, ser más acogedores y solidarios con los migrantes en nuestras comunidades?

Piensa en acciones concretas que puedes tomar para apoyar a los migrantes y crear una cultura de encuentro.

¿Qué desafíos actuales te parecen más urgentes para los jóvenes de hoy según lo que has leído en este capítulo?

¿Cómo crees que puedes contribuir a superar estos desafíos desde tu fe?

Reflexiona sobre los temas más relevantes para ti y cómo puedes involucrarte en su solución.

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